LA SUERTE NO EXISTE

Suerte es una palabra que inventó el ser humano para autojustificar lo malo o lo bueno que ocurre en su vida, basándose en un concepto de fondo mágico o supersticioso. Así, alguien habla de buena suerte cuando consigue algo sin valorar o entender que, en parte o en su totalidad, ha sido origen o merecimiento suyo. Y se habla de mala suerte, para justificar esta en circunstancias externas o actos ajenos sin asumir ningún tipo de responsabilidad propia.

Así, la Real Academia Española de la Lengua describe suerte como "encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual". En este sentido, la suerte (buena o mala) puede entenderse como algo fortuito (azar) o que sucede por casualidad. 

En realidad, si somos personas objetivas y analíticas, solo se debería aplicar la palabra suerte o azar, cuando no se tiene casi control alguno sobre el hecho azaroso. Pues, como veremos a continuación, realmente nunca hay una ausencia total (del 100%) de responsabilidad directa o indirecta propia en los acontecimientos.

La casualidad en muchos casos en realidad no existe, pues lo que subyace detrás es una causalidad, que es distinto (causa-efecto). Las cosas no ocurren porque sí o sin ningún tipo de causa. Pensar así iría en contra, por ejemplo, de la física. Incluso algunas veces la razón no llega comprender la causa, pero está ahí, incluso aunque no estemos preparados aún para entenderla.

Considerar que las cosas ocurren por suerte o casualidad es no aceptar el libre albedrío, es dejar que el "destino" sea el único que nos dirija la vida. Y esto solo conlleva a la resignación y frustración.

Por lo tanto, en nuestra vida y acontecimientos, hay que distinguir el azar (suerte o casualidad), de los demás casos:

AZAR

Existe azar, por ejemplo, cuando te toca la lotería. Ahora bien, nunca te tocará si no compras un boleto. Por lo tanto, existe cero probabilidad de que tengas buena suerte si no compras (o no te compran) un boleto, pero existe un mínimo de probabilidades que te toque si decides comprar, las cuales aumentarán cuantos más boletos compres. 

Vemos pues, que siempre existe, aunque sea mínima, una parte de responsabilidad propia.

Lo mismo ocurre en muchas situaciones catastróficas o negativas, como son los accidentes, atentados, enfermedades, etc., en las que consideramos que hubo "mala suerte". Ahora bien, hay que distinguir en cada caso, qué parte de nuestra responsabilidad ha influido. Ejemplos:

No es lo mismo que alguien nazca con un determinado gen que inevitablemente le ocasionará una determinada enfermedad (y que no sea posible modificar), o que alguien desarrolle una enfermedad como consecuencia de una serie de hábitos nocivos que elige voluntariamente tener a lo largo de su vida o por no haberla evitado por no querer someterse a revisiones médicas previas.

No es lo mismo sufrir un accidente de tráfico por culpa de un conductor que infringe las normas de conducción, sin poder haberlo previsto y sin que medie negligencia nuestra, que alguien sufra un accidente como consecuencia de la disminución de habilidades cognitivas por la ingesta de alcohol.

Cuando no hay absolutamente ninguna negligencia o causa directa por nuestra parte, son casos en que podríamos decir que se está en el "momento incorrecto" o que hemos tenido "mala suerte", y  tendremos que aprender a convivir con ello sacando lo positivo de cada situación, para fortalecernos en la medida de lo posible mediante cualquier actuación y decisión que nos permita superar dichos acontecimientos. Incluso muchas personas, en este tipo de casos fortuitos, llegan a considerar que tenían que vivirlos para apreciar otras cosas buenas, favorecer la investigación de la prevención de los mismos, o ayudar a otras personas en situaciones similares.

Se tiene también "mala suerte" por haber nacido en un determinado sitio o en un ambiente que uno no elige al nacer. Pero se puede decidir cambiar el rumbo de la vida, al menos, en un porcentaje que dependa de uno mismo/a. Para ello hay que tomar decisiones, esforzarse, formarse, aprender a conocerse y asumir la responsabilidad que nos corresponde. 

CAUSALIDAD (Y NO SUERTE)

Para que tu esfuerzo sea el adecuado y tu objetivo muy probable de conseguir, debes tener los pensamientos previos correctos. Si tú piensas que no vas a poder, no podrás. Si crees que eres capaz, aumentarán tus posibilidades más de lo que imaginas. ¿Por qué? Porque como ha demostrado la evidencia científica, los pensamientos que tenemos condicionan nuestra forma de actuar y nuestra forma de percibir las cosas y la vida (no todas las personas interpretan o perciben una misma circunstancia de igual manera). 

Por ejemplo, aprobar o suspender un examen. O estudias y te desarrollas lo suficiente en función de tus circunstancias, o no apruebas. Es cierto que existe una parte de azar en lo que no depende de ti (competir con otras personas, nivel de las pruebas, enfermedad que interfiera ese día...), pero la gran parte del resultado final dependerá de ti

Esto se aplica igualmente al ámbito del amor y relaciones personales. Si, por ejemplo, crees que no encontrarás pareja, que no vales lo suficiente, si generalizas una o varias malas experiencias previas generando prejuicios con todas las personas, si te enfocas solo en lo negativo por miedo a sufrir, etc., entonces percibirás una realidad muy diferente a quien piensa de forma totalmente opuesta, y consciente o inconscientemente, como causa de tu forma de pensar y creencias formadas, actuarás en consecuencia generando situaciones desafortunadas.

No tiene "mala suerte" quien tiene una relación con una persona con la que no es feliz, ya que puede decidir alejarse (salvo casos extremos de vida o muerte). No tiene "buena suerte" una persona que encuentra a alguien con quien es feliz de forma estable, porque para ello se requiere esfuerzo, comunicación, resolución de conflictos que van surgiendo, habilidades emocionales, etc. En algunos casos, puede que exista un porcentaje de azar en encontrarse con la persona adecuada, y en casos en que no sea la adecuada no se trata de azar, sino que la persona se resigna o se conforma por miedo al cambio. 

Ahora bien, nunca tendrás "buena suerte" si no das el paso de conocer gente, si no modificas aspectos o patrones de conducta o de pensamiento que provocan que no te salgan bien las relaciones personales o laborales, si no tienes claro lo que quieres, si no eres fiel a tus valores, si no decides terminar un tipo de relación que te hace daño (a pesar de haber intentado solucionarlo), si no sabes poner límites a determinadas situaciones por falta de autoestima o amor propio, si la mayoría de las personas de tu entorno no te motivan o piensan en negativo, etc. 

Una parte obviamente no podrás controlarla, que son los sentimientos o interés de la otra persona para decidir mantenerte en su vida, pero lo que sí puedes controlar, que son tus pensamientos, acciones y decisiones, influirán mucho en que esa relación salga bien o mal. Nunca debes actuar en contra de tus valores ni aceptar un mal trato para poder quedarte al lado de alguien, pues eso es señal de que tienes que trabajar en ti.

En el ámbito laboral y económico, no se tiene "buena suerte" porque hayas obtenido mucho dinero o porque tengas un buen puesto de trabajo (salvo que heredes por haber nacido en una determinada familia o entorno), sino que es causa de tu esfuerzo, de haber creído en ti, de haberte formado, de tener o desarrollar habilidades sociales, etc., y, por tanto, tomar acciones en la dirección adecuada, aunque no hayas sido plenamente consciente. 

Una acción lleva a otra, y así a lo largo de toda la vida. Lo que hacemos en cada momento presente supone semillas para el futuro.

La persona que tiene una buena salud y buena apariencia física no tiene "buena suerte" (salvo casos muy excepcionales por genética casi extraterrestre), sino que tiene hábitos saludables, realiza ejercicio físico, aprende a sacarse partido... Y se cuida o trata la mente, la psique, porque muchas enfermedades físicas son psicosomáticas. Una buena salud mental va a influir en una buena o mejor salud física. 

Y así podemos poner muchos ejemplos en distintos ámbitos de la vida, salvo casos excepcionales completamente fortuitos (afortunados o desafortunados).

Siempre hay una o varias causas detrás. Las cosas no surgen quedándonos de brazos cruzados esperando a que caigan del cielo. Quien tiene voluntad tiene más posibilidades de éxito que quien tiene inteligencia sin voluntad. Si no crees en ti mismo/a no tendrás ganas de intentar algo, y por ende, tus esfuerzos y motivación serán menores, tu capacidad mental no se desarrollará al adecuado nivel y generarás emociones negativas que acabarán desembocando en síntomas y situaciones que te perjudican

Además, si no eres coherente entre lo que piensas y lo que dices, entre lo que dices y lo que haces... irás dando tumbos por la vida. Pero si lo eres (para bien o para mal) atraerás esa coherencia manifestada en circunstancias y situaciones.

Las personas optimistas, como han puesto de manifiesto muchas investigaciones y estudios, viven más y mejor, son más felices, tienen relaciones interpersonales más duraderas y satisfactorias, y acaban sintiéndose más desarrolladas profesionalmente. El optimismo (no el positivismo mágico) se entrena, igual que se entrenan los músculos, y genera cambios cerebrales y en la bioquímica del cuerpo. El pesimismo jamás conduce a nada bueno. 

Según la neurociencia, si vives esperando algo malo, tu mente (el sistema reticular) trabajará para encontrarlo. En cambio, si vives y actúas enfocándote en lo bueno, tu cerebro será capaz de ver las oportunidades que te llevarán a las personas y situaciones correctas.

LOCUS DE CONTROL EXTERNO/INTERNO 

El locus de control o lugar de control, es un término psicológico que se refiere a la percepción que una persona tiene sobre dónde se localiza el agente causal de los acontecimientos de su vida (en lo externo, o en nosotros).

No podemos vivir culpando de todo a los demás o a circunstancias externas. Eso es un mecanismo de defensa que no nos permite evolucionar y acaba perjudicando a nuestro entorno. Pero tampoco es cuestión de asumir toda la responsabilidad de cada cosa negativa que nos ocurre, sino de saber identificar qué parte de nuestras acciones (y previos pensamientos, creencias arraigadas, mensajes erróneos/desadaptativos que nos inculcaron o aprendimos en la infancia/juventud) han dado lugar a determinadas situaciones, emociones, relaciones y oportunidades que se presentan. Como varias corrientes filosóficas explican, ver qué es lo que sí depende de nosotros para poder modificarlo o  fortalecer, y que así las cosas puedan cambiar a mejor o no repetir errores.

Valora las cosas buenas que has conseguido, asume que han sucedido gracias a ti (ya sea en gran o poca proporción) y no te infravalores. Tampoco pienses que has fracasado en algo, pues el fracaso supone la oportunidad para aprender y mejorar. Perdónate y sigue adelante. 

Claro que es muy doloroso aceptar que algunas cosas negativas de nuestra vida nos las hemos provocado nosotros (o en gran medida), aunque en su momento no tuviéramos los recursos necesarios para ser conscientes de ello, pero llegar a darnos cuenta es la única forma de trascender y de que nuestra vida mejore. En ese momento tu cerebro hará el clic necesario para tomar las decisiones correctas, aunque habrá veces que tendrás que hacer varios intentos. 

La vida nos pone delante aquellas situaciones y personas que necesitamos para poder aprender y darnos cuenta qué debemos modificar, trabajar o valorar.


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Compagino mi trabajo como funcionaria A1 con mi pasión por la escritura | Jurista del Cuerpo Superior de Técnicos de Instituciones Penitenciarias | Licenciada en Derecho | Titulada en Criminología y Dirección y Gestión de Seguridad | Formación en igualdad y prevención de violencia hacia la mujer | Cinturón Negro Taekwondo | Expresidenta de la Asociación de Técnicos de IIPP | Amante de la lectura | Me gusta ayudar con las palabras

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